Autorretrato

Soy la chica que mira melancólica a través de las ventanas de todos los autobuses y cafés, aún no sé que espero ver, pero lo sigo haciendo. Supongo que es algún tipo de mecanismo de autodefensa contra tus recuerdos, que obviamente no funciona y duele más de lo que alivia. Pero me moriría sin mi dosis diaria de vinagre en la herida.

Soy la chica que se pone canciones tristes cuando no sabe que hacer y vive enamorada de Chopin y su nocturno número dos. La que baila descalza sobre las margaritas canciones de los ochenta y se imagina su vida como una película de William Wyler.

La imbécil que se enamora cada vez que le dirigen una sonrisa y no es capaz de ver más allá de su nariz. Pero es que me he vuelto una experta costurera cuando se trata de corazones rotos, y sí, he debido de perder algún que otro alfiler ahí dentro (Creo que conspiran contra mí cada vez que te veo).

La de los ojos bonitos y muñecas finas que nunca lloraría por Titanic, pero se le desbordan los ojos cada vez que escucha a Loreto Sesma. No sé yo que será que tiene que me toca la fibra sensible, es como oir hablar a tu reflejo distorsionado en un charco diciéndote todo lo que no quieres escuchar.

La palabra perdida que es prima de pérdida y no es capaz de encontrarse dentro de su propia cabeza. Pero que está desesperada porque alguien lo haga.

Podría escribir un libro entero sobre lo absurda que puedo llegar a ser. Que sí, que vivo con la cabeza en el quinto cielo, y seré una infantiloide con aires de princesa que aún cree en los cuentos de hadas y las historias de guisantes y sapos, pero si no lo hago yo, ¿Quién va a hacerlo por mi?. Que tengo una fé ciega en el amor, y éste no hace más que ponerle la zancadilla aprovechando que no ve.

Pero aún así espero en los balcones y cornisas de todos los edificios de Gran Vía a que venga un principe al que dejar caer mi pelo. A que me coronen con un zapato de cristal y juren amor eterno.

Fundadora del club de ''Quedémonos en casa bebiendo té los dias de lluvia'', adicta a la cafeína y los besitos tontos en el cuello, las manos entrelazadas y el olor a pan tostado los sábados por la mañana.

Ven, te confesaré algo, mi lugar favorito es el lado de la cama que está pegado a la ventana, no me preguntes por qué pero siento debilidad por los cristales. Creo que en otra vida fui una de ellas, dejando que fuesen otros quienes mirasen a través de mí.

Una bailarina con los tobillos rotos y la delicadeza de un elefante en una pista de patinaje, que anda descalza y corretea de un lado a otro con los cascos puestos y la banda sonora de Billy Elliot a todo volumen.

La rara que se tumba en el césped por las noches a mirar el cielo. Quiero creer que es porque un trocito de mí está ahí arriba, al fin y al cabo ¿no somos todos polvo de estrellas?. Sí, definitivamente una cuarta parte de los átomos que constituyen mi existencia está por ahi perdida leyendo con Casiopea y Betelgeuse. A veces la envidio.

Aquella chica de artes a la que le han robado el corazón las acuarelas, óleos, versos y partituras.

Soy el final del principio de un proyecto de persona, pero contra todo pronóstico, solamente soy, 

                                                                                                                                                             Yo.

Mareas.

Siempre dicen que en algún momento pasará la tormenta, pero son sólo unos pocos quiénes terminan con un naufragio en la boca del estómago.