Andrea Venn

la vie en (p)rose


Siempre hemos oído eso de 'renovarse o morir', a la vez que lo antiguo se vuelve a poner de moda...implosión mental.

Vinimos a revolucionar ese futuro que nos aseguraba coches que volaban, pero esta vez los que volaremos seremos nosotros. Me lo he prometido, y esta vez es hora de cumplirlo.

Construyendo una habitación propia.

Que no mi propia habitación.

No es una habitación en la que parar cuando se acaba el día y leer un libro. O si.

Pero no es de esas que tienen mesilla de noche donde poner el despertador. Es un lugar en de noche donde las paredes visten un color que me representa. Una sala en donde mi arte se hace carne, se hace verso, se hace arte. Donde no tengo que fingir ser otra persona.

Donde nacen ideas. Donde no tengo que compartirlas con nadie.

Dónde mi lucha es mía, y la de nadie más. Donde el café sabe más rico, y dónde puedo echarle leche al té,  y echar de menos. Y llorar sin que me pidan que no llore. Porque a veces hay que llorar y punto.


 Una habitación propia,

como Virginia Woolf.


Me da miedo cambiar.

                       Siento que si me salgo del mapa luego no voy a saber volver.

Miedo al tiempo

Qué cierto es eso que dicen, que a veces a pesar de tenerlo todo, no se tiene nada.

Que a pesar de estar llegando arriba parece que caes en picado y que no hay pastilla de freno que evite esa caída, ni ese golpe con la realidad. ¿Qué realidad?

Que a pesar de tenerlo todo controlado no tienes nada en las manos.

Porque la vida y los momentos son aire, y el aire se escapa de los dedos, y te roza la cara, y viene, y se va. Y parece que estuvo pero no tienes manera de probarlo. Porque vino, estuvo, se hizo presente y se fue.

Por eso será que soy coleccionista de recuerdos. Que me paso la vida con la cámara colgada al cuello y el móvil en la mano. Miedo al tiempo. Miedo a olvidar segundos.

Y cuán importantes algunas personas, y cuánto algunos lugares.

Miedo al tiempo. Miedo a que no vuelvan, esos, esas, aquellos, aquellas, los que se ven al fondo.

Las nueve de la noche, las nueve y un minuto, y dos, tres...

No me representa

Siento como si estuviera comiéndome mi propia juventud, como si yo misma fuera la que le da al botón de adelantar sin darse cuenta de todo lo que se queda atrás.

Demasiada evolución.

Esas ansias de volar hacia la autonomía, de dejar atrás la opresión me conducer a otra aún mayor, que me va destruyendo poco a poco.

Y no puedo, no quiero, no me representa esta edad adulta que me dice que salirse del mapa no procede.

Quiero salir, y salirme, y entrar cuando me apetezca, si me apetece. Y soñar por las noches, y por las mañanas, sentirme dentro de una canción de Supersubmarina. Quiero volver a la carretera, volar, acercarme a la ventana, y pintar.

Volver, volver.

Andrómeda


Mi mundo, el mío, de nadie más. Mi arte, mi percepción, concepto, visión cosmológica y etérea existencia.


Los de entonces

Puedo escribir los versos más triste esta noche, o quizá los más desesperados por no saber que hacer. Hablaba Neruda de distancia, de tenerla consigo, y yo hablo de la misma, y de romperla, y de evitarla, y de escribir versos, hasta 20 sin cansarme, o quizá menos, es tarde. Pero Neruda se equivocaba, y ahora sólo pienso en su nombre, en pasado presente y me escribo en futuro, y en cómo hacer eso de que me tenga consigo. Y me pregunto si la noche de verdad estará estrellada, yo sólo veo nubes en un cielo compostelano. Y pienso en su voz, y en su cuerpo, y en como amar sus ojos. Y pienso en nosotros.

Nosotros, los de entonces.

Madrid me mata

                         Y me llama, y me atormenta. Personas, avenidas, museos, galerías. 

14 de abril

Un día cómo este, España se despertaba republicana, y hoy yo me despierto con fuerza, pero sin ganas, y de colores, y con ganas de acuarelar mi vida, y mis apuntes. Hojas y hojas sueltas que deberían estar llenas de dibujos y no de letras en tamaño 11 que sin quererlo se entrecruzan y susurran cosas que o no entiendo o me esfuerzo en no entender, mientras alrrededor hay personas que tampoco entienden. Malditas noches en las que se te enrredan las sábanas y tienes los pies fríos, y te despiertas, y es demasiado temprano, o demasiado tarde.  Un día como hoy, España se levantaba republicana, bien por España, yo todavía sigo en la cama.

 


Puestos a sentirme así, preferiría que fuese en otra ciudad, lejos de aquí. Tengo un lugar en mente, pero mentiría si dijese que no queda tan lejos de kilómetros como de posibilidades.

Bueno, nadie sabe. 

Y qué decir de sentimientos, a flor de piel, o de loto, o sin flores, yo esque soy más de otoño. Y me acuerdo de Lope, y de esas cosas que dice sobre el amor, y cuánta razón, joder. Y que miedo, o angustia. Y qué ganas. Y malditos los sueños, y el insomnio una vez más. Y buenos días.

Amor, quién lo probó lo sabe.

Entropía

Hablo del miedo, de la desesperación, del deseo, del echar de menos, de la frustración, de las malas caras, de las voces en mi espalda, del 'este no es tu sitio y lo sabes', del no hacer nada, de hacer todo a la vez, de los libros de texto, de las páginas en blanco, de los proyectos sin terminar, de las discusiones en casa, de las discusiones por teléfono, del no poder, del no gritar, del gritar por dentro, de la necesidad, de la no necesidad, del hambre, del no comer, de gente que no me entiende, de gente que no quiero que me entienda, de personas inadecuadas, de miradas perdidas, de recuerdos, del volver a estar, del querer querer... entropía mental. 


Ojalá dormir, ojalá florecer, ojalá prosperar. Y esta vez... hacerlo de verdad.

Mi casa de los traumas.

Aquella que sigue guardando miedos que por desgracia nunca dejarán de ser míos.

Miedo a los golpes fuertes en paredes ahora comidas por las polillas y el reflejo del paso de los años. Miedo al abandono de todo aquello que ya no está, y si soy sincera...ya no me importa. Miedo a cometer los mismo errores que permitan crear nuevos miedo a generaciones futuras. Miedo a caer como aquel árbol que llevaba ahí desde aquel día, y ya no está.

Todo por culpa del olor a césped recién cortado. No me gusta.

Somos de los que creímos en la magia a pesar de saber el truco.

Fuimos somos y seremos siempre.

Nada más que todo

El cielo del revés, el parque del Retiro cuando llueve, las calles abarrotadas de gente, una pared vacía, el placer de tomarte un café con leche, y tomarlo solo, una estación de tren de madrugada, la esquina de una habitación sin ventanas, una silla coja, unos ojos que no encuentran cabida.

Puedo hablaros de un yo, pero se quedaría en nada. Pongamos que hablo de la nada, o que hablo de todo, y que nos entendemos.

Pongamos que os cuento que los mejores lugares son aquellos que se encuentran fuera del alcance visual de la mayoría.

Verbos que acaben en arte

Románticos frustrados besando copas. Leyendo libros en blanco. No quieren querer, no quieren sentimiento. Temen desgastarlo.

No te preocupes, si se nos acaba el amor... volvemos a hacerlo.

Y así nació el arte. El nuestro, digo.

Ellos no

Rompernos, juntarnos, encontrarnos. Con las luces encendidas, de frente. Dicen que hay lugar, que no hay medida. Que nos pueden, que nos hieren, que nos someten, y sobre todo deciden o decidieron que sería lo que se debía hacer.

Hicieron todo aquello porque no nos conocieron, no se atrevieron, dejaron de existir. Fueron aquellos, los que hacían el amor a oscuras, los que pecaban de pecar con la mente, injuriándonos a nosotros.

No nos conocieron, no se atrevieron.

Y aquí estamos nosotros, no nos lo han puesto fácil, cada década cambia de música y ritmo... pero nosotros seguimos bailando.

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