Ignacio Bautista

Etílico de letras

Perdón

Perdón. Perdón por no saber valorar hasta el último segundo de nuestros escasos instantes. Nunca valoré el tiempo que te tuve conmigo.
Perdón. Perdón por no apreciar la gran mujer que eres. Esa madurez y valentía personal eran únicas en ti.
Perdón. Perdón por no querer tener a mi lado la gran belleza que desprendes. Nunca podré olvidar esos ojos felinos, ni ese jersey con camisa que tanto me gustaba verte, ni ese cabello negro, como el ébano de los muebles que adornan mi mente, que se desprendía por tu cuerpo como olas en el mar.
Perdón. Perdón por no contar contigo ni con tu apoyo en los momentos más duros. Tu ayuda y tu presencia eran esenciales en cualquier persona del mundo.
Perdón, perdón por no aceptar el cariño que te esforzabas en hacerme llegar. Nunca encontraré otra persona con las mismas caricias, los mismos besos ni las mismas risas que tú me profesabas.
Perdón. Perdón por no pararme cuando tú me perseguías. Seguí corriendo por miedo a que tu amor me atrapase de una forma total y me volviese loco.
Perdón. Perdón por irme de ti demasiado pronto. Nunca aprendí a quedarme dentro de ti ni de tu alma.
Perdón. Perdón por no pedirte perdón antes de ahora. Antes de que fuese demasiado tarde.
Simplemente: perdón. 

Rutina

Aquí me hayo, en mi personal y querida cancha con mi gran amor. Acaricio, apoyado en la pared de cemento decorado con creaciones de otros locos de atar, mi querida pelota naranja. Su rugoso tacto, lleno de esperanza en cada tiro que lanzo, me llena de alegría. Me miro las manos, manchadas del polvo que levanta el esfuerzo y marcadas por callos legendarios, y me quedo mirando al suelo, pensativo, sobre cómo es mi vida. 

Caen gotas sobre mi piel de un líquido que se me hace desconocido, tal vez sea sudor o agua de la lluvia propia del verano. Y siempre es el mismo ritual, en el mismo sitio. La misma sonrisa, el mismo cariño, la misma mirada. Todo bien organizado, como me han estado educando durante tantos y tantos años. Me aparto de la pared, dejo que el balón se deslice sobre mi brazo como seda en el cuello y salto, colgándome de forma infinita en la canasta. No importa la fuerza, no importa el tiempo, siempre será lo mismo. No va a cambiar nada, porque siempre será igual. Miro al suelo y pienso que seré alguien más, que no tengo una función sobre nada.

Cuando me encontraron, parado, quieto, inerte, como siempre le pasa a todo el mundo cada vez que muere, lo único que quedó de mi fue mi postura, que siempre fue la misma, como tantas otras veces.

Y esto, por mucho que nos duela, es el alma de la vida: la rutina.  

Las personas

Es curioso. La gente habla, y habla, y sigue hablando. Es muy normal, son personas. Tienen que comunicarse. Pero tengo un problema con tanta comunicación. Sí, un problema personal. Y es que cuando esa comunicación es usada para maltratar a los de su misma especie, deja de ser comunicación. -"¿Por qué dices esto, Ignacio?" -os estaréis preguntando- "Siguen siendo personas"-. Yo no lo veo así, la verdad.
Una persona es alguien que no hace nada bueno, ni tampoco malo. Esa persona se comunica, habla, conoce a otras personas, aprende... y ese es su error. Deja de comunicarse en el momento en el que usa ese aprendizaje para poder hablar de otras personas de una forma "negativa", porque se ve influido/a por otras personas a hacerlo. Eso no es comunicación. Eso es utilizar la comunicación para fines malvados, propios de una "mala persona" que solo busca la satisfacción personal a través del error del resto de personas.
Errar es humano, eso está claro. Pero hay gente que disfruta con errar, lo convierte en algo habitual, propio, haciendo de ello parte de su personalidad. Y yo me pregunto "¿Pero por qué?".
¿Acaso disfrutáis viendo sufrir a alguien? ¿Qué pasa, que si no os sigue alguien en el juego de ser malas personas no merecen ser bien tratadas? ¿Os creéis mejor que alguien normal?
Y sí, leeis bien, he dicho normal, porque lo que no es normal es la forma de ser que tienen determinadas personas. Queréis escribir la historia de otra gente porque os sentís indefensos para escribir vuestra propia historia, no tenéis papel para poder hacerlo. Y yo digo "¡Bravo!". Bravo porque esto hace más fuertes a las personas, las hace crecer, madurar, ser increíble, algo que vosotros nunca podréis saborear, porque siempre os quedaréis con ese mal sabor de boca.
Pensad primero en como empezar vuestra historia y dejar huella en alguien como es debido, y no en dejar huella sobre el papel de la historia de alguien que se merece ser feliz.
Y para acabar,como decía Forrest Gump (el protagonista principal de una de mis películas favoritas) -"Y no tengo nada más que decir sobre esto".

© 1997 - 2017 Generación del 16'. Nos reservamos el derecho de nuestras obras. ¡Que para eso son nuestras!
Creado con Webnode Cookies
¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar